Adoro el agua y nadar. El año pasado me jactaba de que N, con sus 9 meses, gozaba en el agua como una truchilla con su trona flotador. Pero, ay compañeras… este año me han dado en toda la boca. Cuando la he metido en el agua, ha visto el peligro y se ha puesto a llorar como si el agua fueran clavos candentes.
Me gusta demasiado estar a remojo como para asumir esa situación. Estos son los pasos que he seguido:
Estuve en el paso 1 y 2 durante bastantes baños, poco a poco pudimos dejarlos atrás, gracias a muchos juegos, a muchas risas y a mi fe inquebrantable (jo.. el año pasado le gustaba el aguaaa). Lo que no esperaba era poder soltarla de las manos y que nadara con los manguitos solita.
Por si alguna se lo pregunta, esto no tiene ninguna base científica, no lo he leído en ningún lado ni dado clases de matronatación. Simplemente he seguido mi instinto.
Yo lo que tengo claro, es que este invierno voy a seguir yendo a la piscina, no quiero que se le olvide que le gusta nadar.