La adaptación al cole puede ser dura, doy fe. No te acojones, oye, puede que se os de fenomenal, pero ese no fue nuestro caso.
N no fue a la guardería, así que el curso pasado, cuando se estrenó con el cole de mayores imaginábamos que le iba a costar un poco. Hoy en día casi todos los colegios tienen unos días de adaptación en los que solo van unas horas. N el primer día fue feliz, el segundo empezó a recelar y al tercero el drama se instauró en nuestro hogar.
He observado que hay cosas que ayudan a la adaptación y cosas que la complican. Habrá más, pero estas son de las que me he dado cuenta yo, que soy muy espabilá:
En el caso de N se nos juntaron varios problemas: entró con dos años (es de noviembre), le fallaba un poco la autonomía (no era un tema de esfínteres) y es un poco moñas, no lo voy a negar.
Después de una semana de lágrimas, la impotencia nos llevó a la creatividad. Estos son los truquis que usamos con N.
Finalmente, la adaptación llegó a buen puerto gracias a lo que yo creía que iba a complicarla más: el horario completo. Fue sorprendente, pero en octubre, cuando empezaron las clases por la tarde N dejó de llorar por las mañanas (porque sólo lloraba cuando entraba). Creo que por fin asumió que no había vuelta atrás, que el cole había llegado para quedarse y era innegociable.
PD. Me encantaría terminar con este final feliz, pero este año estamos luchando de nuevo porque la hemos apuntado al comedor. ¡Qué el ritmo no pare!